En lo individual como en lo colectivo, la pandemia vino a descomponernos la existencia en formas impensadas. En lo social impuso nuevos miedos, nuevas desconfianzas, exigió nuevos rituales de supervivencia (mascarillas, distanciamiento, encierro) que irónicamente, simbólicamente, parecieran atentar contra nuestra naturaleza vocinglera, gregaria, mundanal. Puertas adentro, enfrentar nuestra vulnerabilidad y nuestra impermanencia, sobre todo si se es grupo de riesgo y no aplica la opción "quédate en casa", nos puso existencialistas, nostálgicos; por las dudas, revisamos recuerdos y fotografías, reafirmamos -o no- principios y adhesiones, lamentamos - a nuestro modo- las ausencias. En este (sin albur) Annus horribilis, cada quien ha capeado el temporal como ha podido, mal que bien adaptándose a las circunstancias y a los protocolos de prevención del contagio. Por lo pronto, para congregarse sin bozal y sin remordimientos, queda el recurso digital.
Desde el confín del confinamiento, cuatro viejos amigos dieron en congregarse de vez en cuando -virtualmente- a platicar de esto y aquello, de los acontecimientos, de sus experiencia en tiempos de covid.
Alfonso García Cortez
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