Por su origen plural, la rapidez en su propagación y la diversidad de los sujetos que lo han adoptado, “gobierno abierto” se ha mantenido como una idea general de bordes conceptuales difusos que involucra actividades e iniciativas emprendidas por gobiernos de distintos países (y en el orden regional o subnacional), cuyos elementos dificultan una tipología clara sobre qué es y qué no es.
El presente volumen no podrá ubicarse junto con aquellos que buscan un concepto único de “gobierno abierto”; tampoco pretende promoverlo de manera acrítica como si se tratara de la solución a todos los males identificados por los gobiernos y la ciudadanía. La preocupación de este texto se encamina hacia otro derrotero: ¿qué tendría que hacer el funcionario, el servidor público, el burócrata que tiene frente a si la instrucción o encomienda de implementar el “gobierno abierto”?
Considerando sobre todo el papel del implementador, viéndolo como un agente cuyas acciones trascienden la mera ejecución de órdenes, este libro promueve la comprensión de los diferentes elementos que se requieren para la construcción de una política valiosa, pero ante la decisión de llevar a la práctica algo llamado “gobierno abierto” se necesita mucho más que una definición. Aquí es donde se pretende ubicar el presente volumen.
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