El año 2020 quedará tal vez en la memoria de la humanidad como un punto de quiebre entre sueños e ilusiones de progreso, modernidad y desarrollo, prometidos para toda la gente, efectivos tan sólo para unos cuantos, y aquello que se ha llamado lo elementalmente humano: el ser en su individualidad colectiva, que se suma y se asume como parte de esa resistencia contra el olvido, que es la existencia misma. El surgimiento de la pandemia Covid 19 en tierras orientales comenzó como un rumor, una pesadilla distante, algo para lo que las fantasiosas películas en el cine nos habían estado preparando por años, a su manera: la catástrofe, el caos, el fin de la humanidad, la ruptura de los valores. A diferencia de lo que pasa en el cine, en esta ocasión los héroes y heroínas de esta lucha han sido doctoras y doctores, enfermeras y enfermeros, gente de hospital y de buen corazón.
Arresto domiciliario, odisea casera, es un testimonio poético del paso de la pandemia por la existencia misma; más que diario íntimo, recuento de los daños y pequeños grandes logros humanos; es el despertar de una conciencia poética al verse atrapada en el entorno cotidiano; palabras y versos se articulan en poemas que expresan la búsqueda de las fuerzas necesarias para sortear rumores y malos presagios, para alejar el pesimismo, encontrar el camino adecuado y salir triunfantes en el laberinto de actos y estrategias, que supone el aprender a vivir con un virus diminuto, recomponiendo verso a verso la existencia, porque la vida, como la palabra, continúan por sus propios caminos. –Agustín Infante Negrete
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