Como ocurre con cientos de poblados mexicanos –sobre todo aquellos perdidos en medio del desierto–, si se le pregunta por Bavispe a alguien que no pertenezca a la región, quizás haya escuchado alguna vez el nombre, pero es posible que ni siquiera sea capaz de indicar su ubicación. Y es que para existir realmente en el imaginario nacional, parecería que muchos de nuestros pueblos necesitan de un verdadero bardo que los haga suyos, extraiga de ellos las pasiones, temores, deseos y creencias de sus habitantes y los dé a conocer con sus palabras.
Es lo que ha hecho Carlos René Padilla en los relatos que integran Bavispe, volumen que recoge la historia, y las historias, de esa pequeña población aplastada por el calor y una aparente monotonía para transformarlas en narraciones inolvidables habitadas por fantasmas y seres vivos dispuestos a arrebatarnos el sosiego durante la lectura.
Como los mejores compositores de corridos puebleros, Padilla echa mano de un lenguaje muchas veces poético y al mismo tiempo arraigado en la oralidad para narrar, a través de un ritmo sostenido de principio a fin en cada pieza, una variedad de dramas rurales que van de la presencia de fantasmas en las calles a la violencia de las venganzas cumplidas, de la ironía al coqueteo con el absurdo, del amor al odio, en un universo cerrado, orgánico y coherente: el del pueblo mismo a lo largo de los años.
Después de recorrer estas páginas, los lectores no sólo sabremos ubicar Bavispe, sino podremos hablar de él desde la experiencia, el conocimiento y la imaginación.
La población ha encontrado su bardo y Bavispe es la prueba. –Eduardo Antonio Parra.
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