Cristina Rascón no se conforma y su poder de observación es doblemente incisivo, no sólo porque aborda los rostros de la miseria y crueldad humana, sino porque penetra en el temor o las ilusiones de los seres indefensos. El escenario es siempre una frontera, la posibilidad de una utopía que no se cumplirá. El mundo que describe es también el de la intimidad femenina: las mujeres tienen esperanzas que el tiempo va sepultando, las familias se parten cuando uno de sus miembros decide no ser lo que siempre será. Estas historias son de una sola pieza, sin fisuras y rodeos inútiles; narradas por una voz firme, pero también sensible; son relatos que aumentan en los lectores el sentimiento de desasosiego, señal de que la literatura es más que un juego de signos. –Guillermo Fadanelli
Un discurso desenfadado y oscilante que se adapta a todas las intenciones: las buenas, las malas y las inconfesables. Son historias cercanas, vistas desde la óptica del conjuro y del amor; no obstante, lo que humedece es el lenguaje. Con oficio, desliza sus historias. Un libro para placeres finos y perversos. Para advertir que las astillas del día son parte de nosotros. –Élmer Mendoza
Una de las escritoras mexicanas más interesantes entre los autores nacidos en los setenta es Cristina Rascón Castro. En sus cuentos, la forma parece estar siempre determinada por la dirección del contenido y éste es proteico, mutante y, dentro de esto, fiel a una voz íntima que le da unidad. Textos disímiles coexisten como voces en contrapunto que van creando un solo efecto coral. Cristina Rascón es uno de esos escritores que tienen el talento de reflejar su tiempo y en ese sentido hay que valorar su obra. –Agustín Cadena
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