¿Qué fronteras encierra, en su conjunto, la palabra de los poetas checos?, se pregunta Petr Král en el estudio crítico que abre este libro.
Si se debieran destacar sus principales cualidades, comprendidas todas las generaciones, Král elige sobre todo dos: la voluntad de «ir más lejos» en una obstinación por expresar «hasta los menores matices» de la belleza, la metafísica y la materialidad de las cosas; y el rechazo a dejarse embaucar. Un trazo anclado tanto en el temperamento nacional como en la deriva histórica del país, y que llega, a menudo, hasta una profunda desconfianza con respecto de la literatura en sí misma. No en vano el XX obligó a muchos de estos 20 a elegir el exilio o el casi silencio de publicar en esas ediciones clandestinas manuscritas o mecanografiadas conocidas como samizdat.
Toda muestra de poesía es un descubrimiento. Sobre todo cuando se trata de un universo tan poco conocido para los lectores de habla hispana. Aunque algunos nombres, como Nezval o Seifert, han tenido amplia difusión en nuestra lengua, otros autores ven aquí sus primeras traducciones impresas en español. Están los surrealistas, que en cierta medida podrían ser considerados «la generación de la Primavera de Praga», está el finísimo poeta moravo Jan Skácel, está ese trepidante universo llamado Iván Blatný, y también la «diarquía de las tinieblas» que componen Halas y Holan. Veinte voces que, en su diversidad y hasta en su disparidad, incluyen destellos de potencia poética a la altura de las mayores luces del firmamento de la poesía occidental. –Teresa Amy
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