Más que los personajes, son los vehículos, los motores y los estallidos por los choques atroces, los que protagonizan este novela de velocidad y ritmo. En El corredor, Alejandro Vázquez Ortiz condensa con gran acierto sus obsesiones literarias, las que lo ligan, ineludiblemente, a la más arriesgada y singular narrativa mexicana actual. –Emiliano Monge
El corredor es un alarido de metal y literatura cuya virtud primordial es llevar al lector a un paroxismo, a esa exaltación propia de los derviches y pilotos cuyos bólidos están avizorando, en fracciones de segundo, la pared donde habrán de estrellarse, el fuego donde serán desgarrados por engranajes y ángulos enfurecidos. Alejandro Vázquez Ortiz ha logrado escribir un mecanismo narrativo cromado, con varias capas de pintura, donde conviven la violencia y la desesperación, donde el vértigo y el vacío son las únicas certezas. Aceite quemado, autopistas interminables que brillan en el desierto como pistones al rojo vivo, un terraplén de grava y concreto habitados por automóviles, sangre y dolor. Esta novela no es ajena a un fetichismo, no es ajena a nosotros, humanos al borde de todo. Y eso es lo que la vuelve memorable. –Ramón López Castro.Acepta las cookies para continuar