Crayolas color ceniza, de Arturo Hernández Villalba, musicaliza la poesía —algo que los poetas contemporáneos olvidan— a través de una voz entristecida. El lector escuchará el hilo conductor del poemario en el cual se desplazan las palabras, las oraciones, los tiempos y el tono de la voz. Podrá elegir su propio tema y su propia fuga, sea transversal, horizontal o paralela al dolor. La difícil palabra «carcinoma» logra un tono melodioso en cada reiteración. El poema, así, se fuga de su tema central. Este punto de huida es metafórico, real, musical; cada nuevo poema es un regreso.
Toda esta musicalidad fuerte se inscribe en el mundo de lo infantil-maravilloso. No soportaríamos tanto dolor de otra manera. –J. Antonio Sequera Meza
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