Desaparecer es hacerse presente, manifestar un deseo, cerrar los ojos y quebrar la sustancia del “yo”. Desaparecer es, también, evocar desde la inmanencia una postura ante la realidad: la del simulacro. Así, entre sueño y sueño —o variaciones del mismo— existe el riesgo de desvanecerse desde la memoria y el lenguaje para traducir la realidad.
En Migrar bordes existen un pabellón, un cuaderno de notas, apostillas, cajas de resonancia, recetas médicas y fotografías, elementos que forman parte de la identidad de K., un simulacro de sí mismo, un Kubo Shunman, un Chuang-Tzu, el reflejo en el espejo de un doppelgänger que se reconoce en la crisis del pensamiento que al cuestionar su presencia desarma a su “doble” para construir, adaptar, plagiar un personaje, una historia, una vida.
Con frases próximas al aforismo, José Luis Prado reflexiona sobre el acto de escritura y del proceso de reescritura, al tiempo de articular las obsesiones de alguien que observa el mundo para reinterpretarlo desde una sensación.
Si “el espejo es el reflejo del espejo” y “el laberinto de identidades, enmarañado y fascinante”, Migrar bordes es un laberinto que se difumina desde su periferia, desde sus posibilidades de interpretación. –Yussel DardónAcepta las cookies para continuar