Hace tiempo, antes de que usted tuviera este libro en sus manos, Canek Sánchez Guevara, nieto de Ernesto Che Guevara, propuso ser su editor y se comprometió a llevarlo a la imprenta. Antes de morir, Canek preparaba una colección de crónicas y reportajes mexicanos, en donde estaría incluida La ciudad del soul.
La última vez que nos vimos en La Pulquería de Los Insurgentes, él con vida y yo menos ausente, nos sentamos con un tarro de pulque en las manos. Vestía un pantalón de mezclilla y su inseparable chamarra café. Planeábamos la edición de La ciudad del soul y “conspirábamos” otras cosas: esa palabra le gustaba. Nos despedimos. Ese día él pagó la cuenta. La última referencia al libro fue poderosa: “es un poema muy bueno, habla de la calle y hay que editarlo”.
Creo que hoy, cuando este libro ya está impreso, inicia un diálogo entre Carlos Sánchez y Canek de manera silenciosa. Va. Viene. Tertulia permanente. Alimento para la pupila. Verso. Ritmo y tragedia.
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