Cuando una novela histórica se escribe con pasión creativa y no por encargo editorial, ni por moda o ambición comercial, el resultado puede ser tan poderoso como El mismo silencio. Porque escribir sobre un suceso histórico turbulento permite aprovechar la amplitud de perspectiva otorgada por el tiempo y explotar recursos literarios contemporáneos. El mismo silencio revisita un hecho histórico y lo reviste con elementos ficticios para rellenar los huecos de aquellos triunfos y descalabros que también movieron la historia en lo cotidiano.
En 1915, el general sinaloense Salvador Alvarado, a órdenes expresas de Venustiano Carranza para recuperar la plaza arrebatada por Abel Ortiz Argumedo, entró a Yucatán para gobernar el estado de 1915 a 1917. Casi socialista, retiró privilegios a la iglesia y los hacendados, impulsó el movimiento feminista, luchó contra el régimen de esclavitud y condonó las deudas eternas de los trabajadores en las tiendas de raya. Y, sobre todo, promulgó las leyes conocidas como las “Cinco Hermanas” que precedieron a las nacionales en la Constitución de 1917.
Pero nada de esto fue gratis. Y menos en plena ebullición social en todo el país. Las alianzas, conveniencias, traiciones y venganzas estaban a la orden del día. Y el mismo silencio.
Narrada de manera fragmentaria y polifónica, la novela de Adolfo Sabido Calderón da voz a los diferentes protagonistas en todos los estratos sociales para revivir el racismo, la esclavitud, la prepotencia y otras linduras de las que gozaba la casta divina.
El mismo silencio confirma que el fin de una novela histórica no es sólo el de ofrecer una nueva luz hacia el pasado, sino un espejo más claro para el presente.Acepta las cookies para continuar